ASOCIACIÓN ENTRE AUTOPRESCRIPCIÓN Y CAPACIDAD FUNCIONAL DEL ADULTO MAYOR IDROVO-VALLEJO et al.
La funcionalidad es un eje prioritario en la atención de
la salud de los adultos mayores, amplía la concepción de
la evaluación salud-enfermedad y da particularidad a la
asistencia sanitaria (Ribeiro et al., 2018). Un instrumento
muy utilizado para medir la capacidad funcional es la escala
de Lawton y Brody, que cuantifica la demanda de ayuda de
terceros para realizar actividades instrumentales de la vida
diaria, tales como usar el teléfono, hacer compras, preparar
la comida, cuidar la casa, lavar la ropa, uso de medios de
transporte, manejo de asuntos económicos y responsabilidad
respecto a la medicación (Meucci et al., 2020). El deterioro
funcional se da de forma gradual en la vejez, se estima que
puede estar presente en el 5% de personas de 65 años y
hasta en un 50% o más, en mayores de 80 años (Chumpitaz
Chávez Moreno Arteaga, 2016). Además, se asocia con
factores predictores como las características demográficas,
enfermedades crónicas, comportamientos de salud y rendi-
miento físico (Zhang et al., 2021).
La pérdida de funcionalidad compromete la calidad de
vida del adulto mayor, cuya principal repercusión es que no
pueda cuidar de sí mismo y por tanto requiera ser cuidado
por otros. En este punto, el rol desempeñado por la familia
es muy importante; pues, su cuidado permite satisfacer
necesidades afectivas, funcionales, de salud y de seguridad
(Dombrowsky, 2017; Lao et al., 2019). La atención del
adulto mayor, procura prevenir o disminuir malestares que
se puedan producir como resultado de una alteración e in-
volucra acciones como el manejo de medicamentos (Alfaro,
2016). Investigaciones recientes han determinado que los
tratamientos farmacológicos de los adultos mayores suelen
ser modificados, por decisión propia o de los cuidadores,
alterándose dosis y forma de administración. Además, es
frecuente recurrir a la práctica de la autoprescripción (Mc
Gillicuddy et al., 2019).
La autoprescripción, llamada también automedicación
o autotratamiento, es el uso de medicamentos sin receta
médica para tratar enfermedades o síntomas reconocidos por
sí mismo (Mortazavi et al., 2017). Entre los problemas que
pueden ocasionar están diagnósticos erróneos, resistencia
e interacciones farmacológicas, retrasos en la búsqueda de
asesoramiento médico, reacciones farmacológicas adversas
y polifarmacia (Lei et al., 2018). Bajo ciertos criterios se
considera positiva ya que descongestiona la atención sanita-
ria en caso de dolencias banales. Sin embargo, su práctica
irresponsable hace que se convierta en una práctica de riesgo
pues implica la aparición de efectos que comprometen la
salud del individuo (Secoli et al., 2018).
La autoprescripción es una práctica cotidiana que va en
aumento. Una revisión sistemática mostró que la prevalencia
mundial de autoprescripción entre los ancianos varía del
20% al 60% en la mayoría de los estudios. En China, el
38% de la población adulta mayor no suele acudir al médico
y de éstos el 70% prefiere optar por la autoprescripción. En
ancianos con enfermedades crónicas no transmisibles la pre-
valencia de esta práctica fue del 64,04% (Gao et al., 2020).
En España y Estados Unidos, se determinó que el 46% y el
50% de adultos mayores respectivamente se automedica. En
Ecuador, un estudio realizado en adultos mayores residentes
de la parroquia Sinincay, Cuenca; estableció que el porcenta-
je de automedicación en esta población fue del 93% (Abril,
2020). Por otro lado, en la provincia de Loja, un estudio
realizado en Centro de Salud tipo C del cantón Catamayo,
determinó que el 23% de adultos mayores atendidos en
esta unidad de salud, consumió fármacos automedicados o
autoprescritos (Troya, 2019).
Algunos investigadores sugieren que la práctica de la auto-
prescripción puede ser favorecida por la capacidad funcional
del individuo, pues se requiere capacidad cognitiva y físi-
ca para el manejo de medicamentos (Advinha et al., 2017;
Santillán et al., 2018). En este contexto, el propósito de este
estudio fue determinar la influencia de factores sociodemo-
gráficos en la práctica de la automedicación en los adultos
mayores considerando su capacidad funcional y establecer si
existe correlación entre estas variables. Como punto de parti-
da se consideró la siguiente hipótesis: La capacidad funcional
del adulto mayor no influye en la práctica de la automedica-
ción.
MATERIALES Y MÉTODOS
El presente estudio es de tipo cuantitativo, no experi-
mental, transversal de alcance correlacional, en el cual se
mide el grado de relación que existe entre las variables.
La investigación de campo se hizo a través entrevistas,
cuestionarios, encuestas y observación directa, aplicadas a
la población muestral. Se realizó en los cantones de Loja,
Calvas, Catamayo, Célica, Espíndola, Gonzanamá, Mácara,
Paltas, Saraguro, Zapotillo, Pindal y Quilanga. El universo
estuvo integrado de 45566 adultos mayores según último
censo para la provincia de Loja (INEC, 2010). La muestra
se calculó a partir de la fórmula de Pita Fernández (Rositas,
2014; Sacta Zhingri, 2016) obteniéndose un valor de 395.
Los participantes del estudio se clasificaron por rangos
de edad, considerando ancianos jóvenes (65 a 74 años),
ancianos (75 a 84 años) y ancianos viejos (85 años o más).
A partir de estos rangos se hizo un agrupamiento en dos
categorías: tercera edad (65 a 79 años) y cuarta edad (80
años o más) (Guerra, 2019; Martínez Pérez et al., 2018).
El muestreo fue aleatorio estratificado. Las variables
analizadas fueron caracterización sociodemográfica de la
población, autoprescripción y capacidad funcional, esta
última según la escala Lawton y Brody. Esta escala mide
el grado de autonomía con la que los adultos mayores
pueden realizar actividades instrumentales de la vida diaria
evaluando ocho ítems, como son: capacidad para usar el
teléfono, hacer compras, preparar la comida, cuidado de la
casa, lavado de ropa, uso de medios de trasporte, responsa-
bilidad respecto a su medicación y capacidad para utilizar
su dinero (Carmona-Torres et al., 2019). Para cada ítem se
asignó un valor numérico, de 1 punto (independencia) o 0
puntos (dependencia) según su capacidad para ejecutar las
tareas antes descritas. El puntaje final obtenido determinó,
independencia funcional total si se alcanzaron 8 puntos
y dependencia funcional si el puntaje oscila entre 0 y 7
puntos (Arenas Jiménez et al., 2019; Ministerio de Inclusión
Económica y Social, 2019).
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