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Vejez, soledad y medios de comunicación:
perspectivas desde la comunicación, la psicología y la sociología
Aging, loneliness and the media: perspectives from communication, psychology and sociology
Laura Bustos Martínez
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Vol. 14 Nro. 2, Julio-Diciembre 2025
ISSN: 2602-8174
Vejez, soledad y medios de comunicación:
perspectivas desde la comunicación, la psicología y la sociología
RESUMENRESUMEN
ABSTRACTABSTRACT
El presente estudio pretende conocer si longevos
madrileños residentes en hogares unipersonales usan
la televisión, la radio e internet como atenuantes de su
soledad. La investigación se aborda desde un enfoque
interdisciplinario que toma en cuenta las aportaciones
de la sociología, la comunicación, la psicología social y
evolutiva. La muestra de esta investigación de campo
está integrada por 20 personas, cuyas edades están por
encima de 65 años y que habitan hogares unipersonales
en el distrito madrileño de Usera (España). Los resultados
obtenidos señalan que los sujetos que experimentan
situaciones más desfavorecidas, tales como el abandono
familiar o un deterioro de la salud, muestran ser más
vulnerables al sentimiento de soledad. También que
este se reconoce más en los hombres que en las mujeres
y que quien menos los padecen son los divorciados.
Pero también que, a mayor descuido familiar, peor
percepción de la salud. También se encontró que, seguida
de la radio, la televisión se posiciona como un medio
de comunicación que otorga a las personas mayores
canales de interacción parasocial como sustituto de
las interacciones comunicativas. Con respeto al uso de
la última tecnología, queda raticada la brecha digital.
Estos resultados invitan a reexionar no solo sobre
las comunicaciones personales en la longevidad, el rol
de la familia como grupo de apoyo y la planicación
concienzuda de políticas comunitarias de atención, sino
también a colaborar, desde el ámbito cientíco y social,
para ayudar al sector más mayor de la sociedad.
Palabras clave: Vejez, soledad, comunicación, grupo de
apoyo, Usera.
is study aims to explore whether elderly individuals
living alone in Madrid use television, radio, and
the internet to alleviate feelings of loneliness. e
research takes an interdisciplinary approach, drawing
from sociology, communication studies, and both
social and developmental psychology. e eldwork
sample consists of 20 individuals over the age of 65,
all residing in single-person households in the Usera
district of Madrid, Spain. e ndings indicate that
participants facing more adverse circumstances,
such as family abandonment or declining health,
are more vulnerable to feelings of loneliness. ese
feelings are reported more frequently by men than
women and appear to aect divorced individuals the
least. e results also show that lower levels of family
involvement are associated with a poorer perception
of health. Among the media studied, television,
followed by radio, emerges as a key channel oering
parasocial interaction, serving as a substitute for
face-to-face communication. When it comes to the
use of newer technologies, the persistence of the
digital divide is conrmed. ese ndings invite
reection not only on interpersonal communication
in later life, the role of family as a support group, and
the careful planning of community care policies, but
also on the need for scientic and social collaboration
to support the oldest members of society.
Keywords: Aging population, loneliness, media,
elderly well-being, Usera.
Aging, loneliness and the media: perspectives from communication, psychology and sociology
Laura Bustos Martínez
https://orcid.org/0009-0009-8017-7888
Universidad Complutense de Madrid, España
Quadient Soware Spain S.A., España
laurabusmar@gmail.com
RECIBIDO: 07/05/2025
ACEPTADO: 21/05/2025
DOI: https://doi.org/10.54753/eac.v14i2.2481
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Nadie duda de que la humanidad ha
presenciado el incremento de la longevidad. Varios
son los autores que lo han estudiado y diversas, las
causas esgrimidas. De hecho, del trabajo de Omran
(2005), en el que expone su teoría de la transición
epidemiológica, se pueden extraer algunas de
estas: mejoras en la atención sanitaria, en las
políticas de salud pública y en la tecnología médica;
avances en el conocimiento nutricional, desarrollo
socioeconómico porque viene acompañado de
mayor salubridad como el acceso al agua potable,
a la educación y a la conciencia sanitaria que se
traducen en prevención.
Al margen de estas circunstancias y sus
combinaciones, esta extensión vital ha propiciado
otros escenarios importantes para la sociedad, los
cuales no se constriñen al área de la salud física
per se o a las crudas interpretaciones, algunas
económicas, que suelen aludir los gestores de la
política pública en varias partes del mundo (Cfr.
Harper, 2010), sino que trascienden al dinamismo
cotidiano como lo es vivir la vejez en soledad.
En 2009, ya Rodríguez Martín no solo reconoce
tres rostros críticos de la soledad (v.g. crisis de
identidad, de autonomía y de pertenencia); sino
que los vincula con el síndrome del nido vacío (los
hijos se van a construir su propia vida), relaciones
familiares pobres (escaso contacto y débil calidad)
y el fallecimiento del cónyuge (perder el par íntimo,
el acompañamiento continuo, quien es la fuente de
intercambio y seguridad).
Debido a la extensión de la vida, la cuestión se
ha convertido en un campo importante y necesario
de estudio. En un ensayo, Gajardo Jauregui (2015)
revisa la dimensión trascendental del tema e invita a
continuar trabajando en ello. No solo supone desde
una mirada ética esta clase de soledad y exhorta a
revisarla como una epidemia cultural y apreciarla
como un riesgo, sino que apunta que “la soledad
en la vejez es un concepto complejo que encuentra
distintas racionalidades en su comprensión, las
que suponen diferentes consideraciones para
su medición y abordaje” (p. 103). Es decir, que
INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN refiere su complejidad epistémica. Es casi seguro
que conscientes de esta realidad y necesidad se
haya validado una serie de instrumentos a fin de
medirla. De hecho, Cerquera Córdoba et al. (2013)
diseñaron y validaron la escala ESTE-R para medir
la soledad en la vejez de colombianos a partir de
la escala ESTE propuesta por la Universidad de
Granada (España), aunque también aludieron en
otras, tales como: UCLA, SELSA, ESLY y la Escala
de Satisfacción Vital de Philadelphia.
López Doblas y Díaz Conde (2018)
se aproximaron a la problemática usando la
metodología cualitativa. Gracias a grupos de
discusión integrados por personas en viudedad
de varias partes de Asturias y Andalucía, estos
autores confirmaron los logrados por anteriores
investigaciones cuantitativas: hay un fuerte vínculo
entre soledad y viudez sobre todo en aquellos que
perdieron a su cónyuge también en la vejez. Los
participantes reconocen que se distancian de sus
pares que mantienen la condición matrimonial.
Sienten que ahora no encajan en los encuentros,
así que prefieren frecuentar otros viudos y de su
mismo sexo. Concluyen que en los habitantes de
hogares unipersonales crece la escasez de recursos
para combatir el sentimiento de soledad.
Sin embargo, no todos los abordajes ofrecen
explicaciones negativas. De la Mata Agudo y
Hernández Ascanio (2021) relacionan la evaluación
negativa con el sistema patriarcal, la mujer fue
criada para satisfacer la necesidad del otro, y cuando
ya no tiene a quien atender -ni hijos ni esposo-
pueda que se sienta sin lugar, extraviada. Es decir,
que de modificarse las tradicionales circunstancias
puede ser una oportunidad para que las féminas
aprendan a hallar su identidad o a construirla desde
su yo y se encuentren consigo mismas. Aludieron
a pesquisas como la de Ramos Toro (2018), que
reportan no solo que algunas viudas aseguran que
han recuperado su independencia y autonomía; que
gestionan su tiempo y priorizan sus necesidades,
sino que rechazan emparejarse de nuevo. También
Torío López (2021), quien reflexiona acerca de
la vejez en pandemia, defiende que en esta fase
vivencial o en su soledad pueden hallar aspectos
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positivos. Además de la posibilidad de afirmación
de la identidad y la autonoa personal, puede
ser un proceso enriquecedor. Valora el apoyo que
estas personas deben recibir de la familia y de la
comunidad para que se potencien las condiciones
positivas.
Este fenómeno resulta de especial interés
para la psicología social, ya que esta disciplina
se encarga de estudiar cómo los pensamientos,
emociones y comportamientos de los individuos se
ven influidos por su contexto social, las relaciones
interpersonales y los roles que desempeñan en
la sociedad. La soledad en la vejez no puede
comprenderse únicamente desde una dimensión
individual o clínica, sino que exige una mirada
que contemple factores culturales, estructurales
y simbólicos. Como señala Rodríguez Martín
(2009), la vivencia de la soledad está estrechamente
relacionada con las rupturas en los vínculos sociales
significativos y con la pérdida de pertenencia a
grupos de referencia, lo que sitúa a esta experiencia
en el centro de las preocupaciones de la psicología
social. Esta disciplina, por tanto, no solo analiza
las causas y consecuencias del aislamiento, sino
que también propone estrategias de intervención
comunitaria y de fortalecimiento del tejido social
para mitigar sus efectos.
Ahora bien, atendiendo que la longevidad
española es un tema común, sería oportuno
aproximarse a los números, para responder cuál es
la situación en España, aparte de lo que aseguran las
investigaciones aludidas; ¿cuál es el panorama que
ofrecen las estadísticas? Esto se verá de inmediato.
La prolongación de la senectud en España y los
hogares unipersonales
Las estadísticas evidencian con claridad que
el porcentaje de los españoles de 65 años o más en
el total de la población está creciendo rápidamente
(figura 1). Tanto es así, que en 1991 los hombres
al nacer tenían una esperanza de vida de 73:5 años
y las mujeres 80:7 años, y transcurridas unas tres
décadas, en 2018, la esperanza había crecido hasta
85:7 años para las mujeres y 80:4 para los hombres
(Instituto Nacional de Estadística [INE], 2018c).
Conforme a las cifras que el Instituto Nacional
de Estadística recogía a 1° de enero de 2018, los
mayores de 65 años representan el 19% de la población
total (gura 2), suponiendo más de 8,7 millones de
personas. Entre 2002 y 2018, subió el número de
españoles de 65 o más años de un 17% de la población
total española a un 19%. A su vez, el número de
centenarios también sigue en acrecentándose.
Figura 1
Evolución de esperanza de vida al nacimiento por
género
Nota. El gráco que representa el segmento histórico
que va entre 1991 y 2018, indica que los hombres y las
mujeres aumentaron su esperanza de vida en 6:9 y 5 años,
respectivamente. Tomado de 4.1 Esperanza de vida del
INE, 2018b.
Figura 2
Evolución del porcentaje de población de 65 años en
adelante en España
Nota. La población de 65 y más años ha pasado 17% en
2002 a un 19% en 2018. Tomado de 4.1 Esperanza de vida,
del INE, 2018d.
Debido a la evolución que se experimenta en la
actualidad hacia un mundo más global, surgen nuevas
exigencias de la dinámica vivencial. Los miembros de
la familia, a medida que crecen, organizan una vida
lejos de sus allegados más mayores (Rodríguez Martín,
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2009). Al paso que se van alejando, tienden a dejar en
soledad a sus mayores dentro de sus domicilios, que
terminan convirtiéndose en hogares unipersonales,
“El hogar unipersonal se forma por una sola persona
(Instituto Nacional de Estadística, Geografía e
Informática [INEGI], 2003, p. XV). En 1999, un
estudio de Sánchez Vera apuntó que, en el año 1991,
el 47% de los habitantes de los hogares unipersonales
tenían entre 65 y 79 años y que el 16% lo formaban
personas de más de 80 años. De esta manera, el 63%
de los hogares unipersonales estaban compuestos por
personas de 65 o más años (gura 3).
Figura 3
Hogares unipersonales por edades en 1991
Nota. En 1991, el 63% de los hogares unipersonales estaban
formados por personas de 65 años en adelante. Adaptado
de Tercera y cuarta edad en España desde la perspectiva de
los hogares, por J. Sánchez Vera, 1996.
De acuerdo con un informe realizado por el INE
publicado en 2018, de 667.000 hogares unipersonales
que existen en la Comunidad de Madrid, 278.100 son
de personas de 65 o más años, lo que signica un 42 %
del total. Si se observa la totalidad del país, los datos
no varían demasiado, siendo esta vez una cifra del 43
% (INE, 2018). A través del siguiente gráco, se nota la
subida de hogares unipersonales en la Comunidad de
Madrid. Mientras que en 2013 rondaban los 213.100,
en 2018, como ya se manifestó, se han alcanzado los
278.100 (gura 4).
Figura 4
Instituto Nacional de Estadística (INE). (2019). Número
de hogares unipersonales por comunidades y ciudades
autónomas según sexo, edad y estado civil (2013-2018).
Nota. Entre 2013 y 2018 se constituyeron 65000 nuevos
hogares unipersonales en la Comunidad de Madrid.
Tomado de Número de hogares unipersonales por
comunidades y ciudades autónomas según sexo, edad
y estado civil, por el Instituto Nacional de Estadística
(2018c).
Los cambios en los porcentajes de edades en
la población española acrecientan la necesidad de
formular preguntas tan críticas que quizá carezcan
de respuestas absolutas: ¿Puede nuestra sociedad
responder a las necesidades de las personas mayores?
¿Cómo pueden inuir los datos que demuestran
un auge del porcentaje de personas de 65 años en
adelante en nuestra sociedad? ¿Qué efectos conlleva
este fenómeno en las acciones y pensamientos de
las personas mayores? U otras interrogantes que
se tratará de inmediato, ¿qué actividades realizan
los mayores en sus hogares unipersonales?, ¿qué
hacen para sentirse a gusto?, ¿les visita la soledad?
Después de todo, como señala Uribe Díaz (2015), el
hogar “se convierte en el espacio vital y esencial que
permite la estabilidad y la intimidad de aquellos que
la habitan, por lo cual tiene un signicado relevante
para las personas de los hogares unipersonales.
(p. 150). Su parecer lo sustenta en la voz de una de
sus entrevistadas: “Vivo en un apartamento donde
paso la mayor parte del tiempo, lo disfruto, me
brinda una seguridad necesaria para sentirme bien.
Me gusta el espacio y disponer de él, tenerlo a mi
gusto” (Rosa, Bogotá, 2010, p. 150). Aunque se trata
de una realidad sudamericana, también podría ser
muy bien española. A partir de estos argumentos,
se admite que al pasar varias horas en el hogar, al
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sentirse a gusto en ese espacio, las personas hacen
lo que les agrada o lo que les hace más cómoda su
estancia en ese pedazo de territorio íntimo. Aunque
también es posible que lleven a cabo actividades
bajo la añoranza de otras. Con el propósito de lograr
ciertas respuestas de conformidad con los intereses
de este estudio, en el pximo parágrafo se revisan
investigaciones relacionadas con los medios y las
actividades que suelen realizar los mayores.
Los mayores y los medios tradicionales y emergentes
Como es obvio, los ancianos que ya no trabajan
ni tienen que preocuparse de criar a sus hijos suelen
tener más tiempo libre. Entre los principales medios,
la televisión o la radio podría parecer una de las
herramientas capaces de convertirse en importante
fuente de entretenimiento, acompañamiento,
comunicación e información porque los ciudadanos
más mayores suelen perder gradualmente su vista o
porque simplemente preeren la televisión o la radio
a un medio de comunicación impreso (López Doblas,
y Díaz Conde, 2018). Para Davis (1971), la TV es
“la ventana al mundo”; para Kubey (1980) podría
ser la ventana a los aconteceres mundiales dada la
necesidad de las personas mayores por saber lo que
ocurre fuera de su restringido universo. Fouts (1989)
dice que esta inclinación en algunos es adictiva (ven
lo que sean y por tiempo prolongado), mientras que
otros son más selectivos.
Ver televisión supera a otras actividades
comúnmente valoradas como más importantes,
como la socialización, la actividad física (en la
medida adecuada para cada edad) o la lectura. Sobre
el visionado que efectúan de la televisión los ancianos
procedentes de cuatro estilos de vida diferentes, se
halló que pasan un promedio de 22% de su tiempo
despierto viéndola (Moss y Lawton, 1982). De hecho,
los longevos invierten más tiempo en esta actividad
que en cualquier otra, exceptuando dormir (Rubin
y Rubin, 1982). Varios estudios han documentado,
mediante cuestionarios y entrevistas, la cantidad
de visionado de televisión realizado por ancianos.
Se calcula que ven la TV entre tres y seis horas por
día (Rubin y Rubin, 1982) con grados de diferencia
que dependen de las características sociales de
cada espectador (nivel educativo, estatus social o
condiciones de salud), así como de sus circunstancias
de vida (vida independiente, vida en una residencia
de ancianos o en un hogar con hijos, etc.). Empero,
aseveran que quienes ven más televisión son aquellos
que viven solos.
En España, los datos del Anuario de la
Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) de
2018 muestran que la audiencia está envejeciendo a
un ritmo acelerado y con una tendencia consistente.
Dicho anuario, entre otras cuestiones, analiza el
promedio de consumo diario de televisión. Notó
que la totalidad de la población española dedica
160 minutos diarios a ver la TV (106 minutos en
2016), mientras que los individuos de más de 65
años consumen una media 352 minutos, es decir, un
poco menos de 7 horas diarias. No solo son quienes
más tiempo dedican al medio televisivo, sino que
distingue un alza en un minuto con respecto al
año anterior (SGAE, 2018). De esta manera, la TV
representaría un factor contra la soledad y atenuante
de la retirada progresiva de la edad productiva.
A pesar de ello, parecería que este medio
no se ocupa de las necesidades de este grupo de
personas. Real et al. (1980) señalaron que el 91%
de los espectadores de edad avanzada desea más
programación que trate sobre temas e intereses de su
edad, como, por ejemplo, aspectos relacionados con
la jubilación o con problemas de salud. Un estudio
realizado en este siglo por la Rodríguez Vázquez
(2008) reitera el reclamo dado que resalta que la
parrilla televisiva no incorpora ningún programa
destinado al grupo de edad objeto de investigación.
En cambio, sí contempla un espacio dedicado
exclusivamente para el disfrute infantil y juvenil.
Entonces, cabría preguntarse ¿hasta qué punto la TV
representa un acompañamiento de calidad?
Por otro lado, el uso de la televisión como
acompañante de esta población ha sido en gran
medida ignorado por expertos gerontólogos y
psicólogos. Una revisión de las tres principales
revistas de gerontología, indica que de 2.733 artículos
solo 9 trataban la actividad de ver televisión. La
mayoría de estas pesquisas discute la representación
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de guras ancianas en la televisión más que el papel
de la televisión en la vida de las personas mayores.
Fouts (1989) examinó 40 obras entre textos de
gerontología y libros utilizados por profesores,
profesionales y estudiantes, y encontró que el 28% de
los libros no hace mención de la televisión a pesar de
que constituye la actividad más predominante de los
jubilados. Estudios más recientes se dedican más bien
a inquirir cómo son visualizados estos seres desde
la pantalla. Por ejemplo, cómo son representados
en la publicidad (Ramos-Soler y Carretón-Ballester,
2012), que estereotipos podrían ocultarse detrás de
tal representación (Torres Romay y García Mirón,
2015), qué rol asumen según el género (Ramos-Soler
y Papí-Gálvez, 2012).
Con respecto a la radio y su rol de
acompañante efectivo en un envejecimiento activo,
los resultados no distan mucho. De la franja matinal,
Aznar et al. (2015) analizaron 153 horas y 30 minutos
del contenido que ofrecían a principios de 2014 las
cuatro cadenas de radio (Cadena SER, Onda Cero,
Cadena COPE y RNE) más importantes de España
y hallaron que un reducido 4,65% se asociaba con la
vejez.
Con respeto a los medios emergentes
brindados por la revolución tecnológica, se espera
que esta con sus pluralidad de posibilidades favorezca
la independencia de los seres en longevidad, además
de una vejez activa y dinámica. Sin embargo, las
investigaciones reportan la presencia de la tan
mencionada brecha digital entre los nativos y los
no nativos, sobre todo en los más adultos. Choi y
DiNitto (2013) estudiaron esta clase de brecha.
Luego de una encuesta telefónica, realizada a 980
residentes de Texas (USA), encontraron que solo un
17% de quienes tienen más de 60 años utiliza Internet
y 16% dijo haber dejado de usarlo debido a su
incapacidad para su manejo. En un estudio realizado
en Alemania, Niehaves y Plattfaut (2014) corroboran
la rotura digital y reconocen la necesidad de abordar
este tema no solo como una inquietud investigativa,
sino como un medio para constituir programa de
ayuda a n de conseguir mayores oportunidades de
autonomía y calidad de vida para esta población.
Como se apreció, se ha inquirido acerca
de la soledad, la ancianidad y los medios, aunque
predominan estudios sobre la TV. Asimismo, varios
autores han recomendado continuar averiguando
sobre este tema dado que seguramente los índices de
longevidad continuarán en ascenso, aquí se proyecta
aportar una mirada desde Madrid.
Este estudio
Dado que la longevidad crece en España y en
el mundo, dado que muchas personas mayores por
diversas causas residen en moradas unipersonales,
dado que algunos medios tradicionales y emergentes
parecen ser su compañía regular, se ha pensado
en efectuar una investigación que aborde estos
aspectos. Luego de presentar el contexto problema
desde la epistemología y desde la realidad empírica,
esta investigación se plantea el siguiente objetivo:
conocer si longevos madrileños residentes en
hogares unipersonales usan la televisión, la radio e
internet como atenuantes de su soledad.
A partir de la presentación del objeto de estudio,
cobra importancia esbozar el cómo se log, las
acciones efectuadas para su alcance, lo que se hará
de inmediato en el apartado metodológico.
METODOLOGÍAMETODOLOGÍA
La zona seleccionada para su estudio es el
distrito Usera, uno de los 21 que integran a la ciudad
de Madrid. Sus características más sobresalientes se
presentan en la tabla 1.
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Tabla 1
Índices de la estructura demográca a 1 de enero de
2018 de Usera
Nota. Tomado de Explotación estadística del Padrón
Municipal de Habitantes, por el INE, 2018a. Ayuntamiento
de Madrid.
Densidad (Habitantes / Ha.) 176
Edad promedio 42,33
Edad mediana 42,39
Proporción de juventud 15,86
Proporción de envejecimiento 17,41
Proporción de sobreenvejecimiento 41,32
Indice de envejecimiento 109,75
Indice de juventud 91,12
Indice de dependencia 49,85
Indice de estructura de la población activa 80,80
Índice de reemplazo de la población activa 85,55
Razón de progresividad demográca 91,48
Proporción de extranjeros 20,58
Proporción de nacidos fuera de España 30,53
Proporción de inmigrantes extranjeros 17,49
Por varios motivos se elige este distrito
madrileño. Se caracteriza por el bajo estatus
socioeconómico de sus residentes y por el
envejecimiento de estos (Pérez Quintana, Vicente,
2007). Según la página ocial de estadística del
Ayuntamiento de Madrid (2018a), el distrito a
principios de 2018 contaba con 136.978 habitantes,
de los cuales 23.842 eran personas de 65 o más años,
aunque se preveía que ese porcentaje crecería en el
futuro (gura 5).
Figura 5
Proyección de población estimada por grupos de edad y
sexo en el distrito de Usera(2018-2031)
Nota. El distrito de Usera en el año 2018 contaba con 23.842
personas de 65 en adelante. El gráco también proyecta que
hasta el 2031 no descenderá la cantidad poblacional de más de 65
años. Tomado de Explotación estadística del Padrón Municipal
de Habitantes, por el Ayuntamiento de Madrid, 2018.
Tabla 2
Características socioeconómicas del distrito de Usera
Nota. Adaptado de Estudio sobre los barrios desfavorecidos de
Madrid, por V. Pérez Quintana, 2007.
Orcasitas Envejecimiento, bajo estatus, delincuencia-conviven-
cia, renta muy baja, precios bajos de las viviendas,
fuerte dinamismo de la inmigración.
Orcasur Bajo estatus, delincuencia, renta muy baja, precios
medio bajos de las viviendas, fuerte dinamismo de la
inmigración.
San Fermín Envejecimiento, bajo estatus, delincuencia-conviven-
cia, renta muy baja, precios bajos de las viviendas,
peso alto y dinamismo de la inmigración.
Almendra-
les
Envejecimiento, bajo estatus, algunos problemas de
deterioro de las viviendas, delincuencia-convivencia,
renta muy baja, precios medio bajos de las viviendas,
peso alto y dinamismo de la inmigración.
Moscar Envejecimiento, bajo estatus, algunos problemas de
deterioro de las viviendas, delincuencia-convivencia,
renta baja, precios medio bajos de las viviendas, peso
alto y dinamismo de la inmigración.
Zoo Envejecimiento, bajo estatus, renta muy baja, precios
medio bajos de las viviendas, peso alto y dinamismo
de la inmigración.
Pradolongo Envejecimiento, bajo estatus, algunos problemas de
deterioro de las viviendas, delincuencia-convivencia,
renta muy baja, precios medio bajos de las viviendas,
peso alto y dinamismo de la inmigración.
Además, Pérez Quintana (2007) presenta el
distrito como uno de los desfavorecidos del municipio
de Madrid. De hecho, realizó su explicación
caracterizando siete barrios que lo integran (tabla 2).
Como se distinguirá abajo, solo en uno de los siete
barrios no es característica esencial el envejecimiento
de su población: Orcasur.
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Unidades de muestreo:
El universo de la presente investigación
está compuesto por toda la población de 65 años o
más que viva en el distrito de Usera de Madrid en
hogares unipersonales. Según los indicadores del
Ayuntamiento de Madrid a 1 de enero de 2018, la
población total del distrito de Usera es de 136.978
personas, de los cuales un 17’4% corresponde a
personas de 65 años en adelante. Sin embargo, este
no fue un estudio propiamente cuantitativo debido
a que, como se verá más adelante, el instrumento
combinó preguntas cerradas y abiertas, y algunas de
las cerradas fueron de selección múltiple. Tampoco
llega a ser mixto dado que se aplicó un único
instrumento. Las preguntas abiertas validaron que la
muestra nal estuviese constituida por 20 residentes
de Usera. En este sentido, este estudio se enmarca en
el paradigma emergente, pues aunque se aplica un
único instrumento, sus características no lo hacen
del todo cuantitativo, pero tampoco cualitativo. En
términos de Martínez Miguélez (1997) este modelo
investigativo permite “superar el realismo ingenuo,
salir de la asxia reduccionista y entrar en la lógica de
una coherencia integral, sistémica y ecológica; es decir,
entrar en una ciencia más universal e integradora,
en una ciencia verdaderamente interdisciplinaria.
(Martínez Miguélez, 1997, p. 12).
Trabajo de campo
El instrumento
Se elaboró un cuestionario personal que fue
modicado varias veces de acuerdo con la literatura
especializada y las recomendaciones de 5 expertos (2
en metodología, 2 en geriatría y 1 en comunicación)
cuyos juicios fueron considerados. Además, de las
preguntas elaboradas ad hoc, los investigadores,
consideraron aspecto de la Escala Este II (Pinel Zafra
et al., 2009). Esta escala se trata de un instrumento de
medición de soledad social diseñado por gerontólogos
y validado en el seno de un proyecto de investigación
adelantada en la Universidad de Granada e INMERSO
DE MADRID en el año 2009. El cuestionario está
compuesto por 15 apartados con tres alternativas de
respuesta: siempre, a veces y nunca. A su vez, la escala
se divide en tres factores: percepción del apoyo social,
uso que el mayor hace de las nuevas tecnologías e índice
de participación social. Finalmente, se diferencian tres
niveles de soledad social en función de la puntuación
obtenida: bajo (0 a 10 puntos), medio (11 a 20 puntos),
alto (21 a 30 puntos). Para los intereses de este estudio,
directamente se consideraron dos aspectos de esta
escala (v.g. Percepción de Apoyo Social y Uso de
Nuevas tecnologías), aunque indudablemente toda
ella sirvió como orientación para la elaboración del
instrumento nal de este estudio.
Al nal, se obtuvo uno constituido por
55 preguntas. Antes de aplicarlo, se llevó a cabo,
igualmente, un ensayo mediante una prueba piloto
a siete personas. Se pretendió comprobar que las
preguntas funcionaban adecuadamente y que la
duración de la aplicación era la pertinente. Al concluir
esa fase, se apreció que los 55 cumplían con el perl
diseñado para esta investigación, aunque se requirió la
modicación de dos ítems. El cuestionario se conformó
por siete (7) preguntas abiertas (v.g. ¿Cómo deniría
el papel de la televisión en su día a día?), el resto fue
de elección simple (v.g. Número de habitaciones de su
vivienda, Estado civil, etc.) y múltiple (v.g. Señala las
actividades que realiza sin ayuda, las que realizó el día
de ayer, etc.).
El cuestionario aplicado se dividió en distintos
temas, cada uno ligado a preguntas concretas que se
relacionan entre sí, con el n de facilitar su posterior
análisis. Estos son:
Características sociodemográcas: materializado
gracias a las preguntas comprendidas entre el
número 1 y 6, 11 y 13, 18 y 20.
Dotaciones de la vivienda: aspecto que se cubrió
mediante los reactivos 23, 24 y 25.
Salud: rasgo alcanzado gracias a los ítems 14, 15,
16, 17, 21 y 22.
Círculo social: carácter que se concretó a través de
las preguntas 7, 8, 9 y 10.
Percepción de apoyo social: dimensión conseguida
por intermedio de las preguntas 53, 54 y 55.
21
Vol. 14 Nro. 2, Julio-Diciembre 2025
ISSN: 2602-8174
Medios de comunicación:
TV: estructurado con las preguntas comprendidas
entre el número 30 y 48.
Radio: organizado por medio de las preguntas 26,
27, 28 y 29.
Nuevas tecnologías: ordenado con la ayuda de las
preguntas 49, 50, 51 y 52.
Procedimiento para recoger los datos
La encuesta se llevó a cabo en las calles del
distrito de Usera entre los días 12 y 30 de abril de
2019, empleando un método de selección aleatorio.
La investigadora se acercaba a las personas mayores,
les preguntaba si vivían solas (muestreo opinático,
Arias, 2012), y si contaban con los 20 minutos que
tardaría el intercambio para completar el instrumento.
Es decir, primeramente, se presentaron preguntas
ltro (v.g. ¿Cuántos años tiene? y ¿con quién vive?)
con el n de seleccionar únicamente a las personas
que cumplieran con el objeto de estudio para,
seguidamente, agregar las preguntas de identicación
incorporando a las variables que darían respuesta a las
inquietudes de este estudio. Es oportuno, señalar que
el propio acercamiento fue la gran limitación de este
estudio, pues en esos días únicamente 20 personas
que cumplían con el perl esperado accedieron a
responder el cuestionario, ellas al nal integran la
muestra de este estudio: 20 personas.
A continuación, se presenta un gráco que da
cuenta del proceso efectuado para concretar el objetivo
de este estudio. Como se apreciará de inmediato, el
gráco está constituido por dos dimensiones que
incluyen subdimensiones que pretenden ordenar los
interese de este estudio y la ruta metodológica.
Figura 6
Resumen metodológico
Esta gura recoge parte de lo que se ha dicho
metodológicamente hasta ahora. Inicialmente, recoge
el con quién, el cómo y el dónde. Le sigue la perspectiva
que tradicionalmente podría considerarse cuantitativa,
pero en vista de las siete preguntas abiertas, a modo de
entrevista, alude a lo cualitativo, por consiguiente, se
termina hablando, aunque tímidamente, de enfoque
emergente. Se cierra resaltando la condición especíca
del estudio: los medios de comunicación a los que
acuden los abuelos.
En síntesis, la gura 6 reere a los asuntos
metodológicos, aunque se enfoca en la encuesta
y qué aspectos atiende. Además, expone los datos
sociodemográcos. Para los intereses de este estudio,
convienen resaltar las preguntas de percepción acerca
del apoyo social, las de su círculo social y la de los
medios de comunicación.
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Bustos Martínez, L. Rev. Educ. Art. y Com. Vol. 14 Nro. 2, Julio-Diciembre 2025: 12 - 32
RESULTADOSRESULTADOS
Con respecto a la percepción del nivel de salud,
los datos reejan que la mayoría de los participantes
asegura tener un nivel óptimo ya que un 50% establece
que tiene “buena” salud y un 5% asevera que posee
muy buena” salud. Esta información demuestra que
un 55% de los individuos está convencido de estar
bien físicamente; sin embargo, los datos podrían ser
contradictorios, puesto que el mismo porcentaje de los
participantes (55%) arma que acude con frecuencia al
médico, ya sea por males repentinos o para revisiones
y controles periódicos. Esto podría interpretarse como
una muestra de interés o de conciencia preventiva.
Real et al. (1980) señalan el interés de este grupo por
programas televisivos relacionados con la salud. Por
otro lado, también es posible que las razones para
asistir a los centros de salud no sean exclusivamente
médicas, sino que respondan al deseo de ejercer cierta
autonomía o tomar decisiones sobre su bienestar de
forma proactiva. Recuérdese que hay autores (Ramos
Toro, 2018; De la Mata Agudo y Hernández Ascanio,
2021; y Torío López, 2021) que reeren actividades de
personas autónomas. Adicionalmente, es necesario
mencionar que la edad, el estado de ánimo, relaciones
interpersonales y la capacidad de realizar actividades
de la vida diaria con facilidad son factores que
inuyen en la percepción general de cada uno de los
participantes. Con ello expresan que son capaces.
Incluso, si van al médico únicamente para tener
con quién hablar, es un mecanismo autónomo que
enfrenta la soledad.
Con respeto a la salud, es necesario mencionar
que el 45% restante de los individuos se divide entre
los que dicen tener un estado de salud regular (30%) y
los que aseguran tener una mala salud, un porcentaje
bajo, 15%. (gura 7).
Figura 7
Autopercepción de la salud de las personas encuestadas
Nota. Nadie de la muestra evaluó que posee una salud
m u y m a l a”.
En referencia a las actividades que los
participantes realizan diariamente sin asistencia,
los datos reejan que más del 90% de ellos ejecuta
actividades básicas cotidianas (v.g. lavar la ropa,
caminar y manejar dinero). Sin embargo, al referirnos
a actividades como hacer la compra el porcentaje baja
a un 75%. Esta información reeja como el incremento
de la dicultad física y mental de cada una de las
tareas disminuye el nivel de independencia de los
individuos. Son la edad y el estado de salud factores
determinantes porque las habilidades psicomotoras y
cognitivas se ven comprometidas por esos elementos
restando calidad de vida a los participantes.
Consecuentemente, no son del todo independientes,
han perdido autonomía para responsabilizarse de
actividades que consideran complejas, una de las tres
crisis que identicó Rodríguez Martín (2009).
Cuando se indagó sobre las acciones realizadas
por los individuos, este estudio se enfocó en las
tareas hechas por los participantes el día anterior a
la aplicación del instrumento, es decir, se utilizó la
técnica de memoria reciente. Los datos reejaron que
la mayoría de los encuestados realizó prácticas ligadas
al estar en casa o que involucraran poco esfuerzo o
actividad física. De estas actividades, la de mayor
23
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recurrencia fue la de ver televisión que obtuvo un
95%, alto porcentaje que le otorga razón a diversos
especialistas (Entre otros, Moss y Lawton, 1982, y
Rubin y Rubin, 1982) y a las estadísticas nacionales
(SGAE, 2018). En orden decreciente, otras prácticas de
esta índole incluyeron hablar con familiares o amigos
(65%), escuchar la radio (55%), y hacer la comida
(50%). Tareas de similares características tales como
recoger la casa (45%), leer (35%), y costura (25%)
también fueron practicadas por los participantes,
aunque en menor medida, lo cual únicamente suma
a la tendencia mencionada anteriormente. A pesar
de ello, el 90% de los individuos manifestaron haber
caminado el día anterior. Cabe destacar que esta fue
la única actividad relacionada con estar fuera del
hogar que presentó una gran incidencia puesto que
otras tareas como ir a la iglesia, y hacer ejercicio no
fueron signicativas, pues reunieron un 5% y un 15%,
respectivamente. Se asoma que el aislamiento podría
estar asediando a la mayoría de los participantes de
este estudio.
Círculo social
De los resultados de la encuesta, se deriva
que la familia, en general, sigue siendo el principal
sustento del círculo social y un apoyo afectivo y de
compañía de los mayores que viven solos. Ya indicó
la institución Help Age International (2002) que el
apoyo familiar es esencial para el bienestar de los
mayores y lo raticó hace una década Castellano
Fuentes (2014). La autora conrmó que “es la forma
de apoyo fundamental de las personas mayores” (p.
373). Con una media de 2’25 hijos y 3’75 nietos, estos
son las principales visitas que reciben los mayores
encuestados. El 35% de los mayores es visitado por
sus familiares una vez a la semana, siendo la media de
visitas semanales de 1’4 días. Solamente el 5% de los
encuestados manifestó que no recibe ninguna visita
familiar desde hace varios años; la única visita que
acude a su domicilio es la de una persona de auxiliar
de ayuda a domicilio asignada por el Ayuntamiento.
De los datos se inere que las visitas familiares son
enfocadas principalmente a ratos distendidos de
conversación en el 65% de los casos, seguidas en el
20% de recogidas para asistir a consultas médicas u
otras actividades similares. El porcentaje restante
(15%) enumera ayudas para el aseo personal y
limpieza, tareas de las que se encargan principalmente
las hijas. Sin embargo, en casos de acompañamiento
en el hogar, esta división de tareas se reparte entre los
hijos e hijas de las personas investigadas.
Otras de las visitas que recibe el 55% de los
mayores encuestados se reeren a auxiliares a domicilio
según se ha referido en el caso de prestaciones
sociales que reciben, y en otros, empleadas de hogar
contratadas por ellos o por familiares para el apoyo en
las tareas domésticas. En su mayoría, estas personas
acuden semanalmente, aunque dos encuestados,
ambos varones de 66 y 69 años, maniestan que
reciben esta ayuda dos veces por semana.
En relación con las amistades de los
encuestados, tan solo dos personas (10% de los
encuestados) arman haber recibido visitas de amigos
en su hogar. En ambos casos, el motivo de la visita
en sus domicilios era para hablar. Cabe señalar que
los mayores en general muestran ser reacios a recibir
a conocidos o amigos en su casa, solo el 20% de los
encuestados admite recibir visitas de conocidos,
mientras que el 10% recibe dos visitas semanales de
amigos. Los datos revelan cómo los mayores preeren
reunirse con amigos fuera del domicilio, dedicando
esos tiempos a pasear, a asistir a talleres o a actividades
lúdicas de los centros de mayores del distrito.
En cuanto al apoyo social que los mayores
encuestados perciben, se reere que la mayoría
puede contar con alguien a quien hablar acerca de sus
problemas cotidianos (60%), solo el 10% maniesta
su percepción de no poder compartir con nadie sus
problemas. El 90% considera que tiene a su disposición
personas que se preocupan por ellos y pueden contar
con la inmediatez de amigos o familiares cuando les
hace falta (60%), ante un 15% que maniesta sentir
que no se siente escuchado ni atendido por nadie de
su entorno (gura 8).
24
Bustos Martínez, L. Rev. Educ. Art. y Com. Vol. 14 Nro. 2, Julio-Diciembre 2025: 12 - 32
Figura 8
Autopercepción de apoyo social de las personas
estudiadas
Nota. Un 15% de los encuestados no se siente atendido por
nadie de su entorno y un 10% maniesta que no tiene a
su disposición ninguna persona con quien hablar de sus
problemas cotidianos.
No obstante, cuando se les preguntó ¿cuándo
se siente solo qué hace?, además de las actividades
que mencionaron, también fue importante los datos
obtenidos indirectamente, los cuales se presentan de
inmediato. El 85% de los sujetos ha manifestado un
sentimiento de tristeza ocasional, que lo relacionan
con una soledad no deseada. Cabe señalar que los datos
muestran que el sentimiento de soledad se acentúa
por la noche ya que un 75% del total de encuestados
maniesta sentirse solo en las horas nocturnas. Por
el contrario, el 45% declara que la soledad también
aparece durante el día. Un dato a destacar es que el
5% maniesta una tristeza que no cesa, siendo este
el individuo que cuenta con una nula interacción
familiar desde hace años. Circunstancias como estas,
conrman los argumentos expuestos por Uribe Díaz
(2015) desde Colombia y otros estudios realizados
en España, la familia es un apoyo indiscutible para
envejecer con calidad o para conseguir una vejez
activa. Con mucho sentido, Abellán (1994) señala que
la soledad es una de las propiedades que conforman
gran parte de la vida en la vejez. Lo certica Gajardo
Jauregui (2015) cuando recomienda cómo debe
estudiarse y lo reitera Cerquera Córdoba et al.
(2013) desde Colombia porque alude a los diversos
instrumentos con que se estudia esta clase de soledad.
En España, investigaciones anteriores han relacionado
la soledad con los residentes en hogares unipersonales
(Sánchez Vera, 1996). No obstante, es oportuno evocar
que algunos autores no vinculan directamente la vejez
con la soledad, sino que presumen que podría estar
sujeta al apoyo socioemocional (López Doblas y Díaz
Conde, 2018; Ramos Toro, 2018; De la Mata Agudo y
Hernández Ascanio, 2021; y Torío López, 2021) en el
que la familia y los seres más queridos juegan un rol
invaluable.
Percepción de apoyo social
A raíz del análisis de los datos, se obtuvieron
diferencias en cuanto al género. Son las siguientes:
las mujeres encuestadas tienen una puntuación más
baja en soledad social que los hombres. De media, las
mujeres proyectaron una puntuación de 9’30 mientras
que la media de los hombres es de 14 puntos (gura 9).
Así, se diere que los hombres desarrollan una menor
adaptación que las mujeres, ya que históricamente,
estas han sido las que se han encargado de las tareas
del hogar sin la necesidad de ayudas o mediaciones
externas.
Figura 9
Índice de soledad social en función del género
Nota. Los hombres estudiados muestran un mayor índice
de soledad social en comparación con las mujeres.
Segregando a los encuestados por edad, se
destaca que la franja de edad más vulnerable a la
soledad social es la de 70 a 79 años, con una puntuación
del 13’16, seguida de las personas de 80 y más años
25
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(10’28), mientras que el rango que presenta menor
nivel de soledad social es más joven, las personas de 65 a
69 años (9’71) (gura 10). Estos resultados mantienen
un viejo debate: ¿A quién afecta más la soledad según
el género? En la investigación de López Doblas y Díaz
Conde (2018), las mujeres aseguran que a los hombres
les cuesta más. Los autores creen que es posible que
sea así, solo que los hombres lo niegan. Algunas
pesquisas reportan que las mujeres padecen la soledad
en mayor grado (Pinquart y Sörensen, 2001; Iecovich
et al., 2011; y Nicolaisen y orsen 2017; mientras
otras resaltan la fragilidad masculina (Dykstra, 1995;
Stevens y Westerhof, 2006; Jong Gierveld et al., 2015).
Al margen del debate, se conrma la soledad, la cual
quizá es atenuada (¿disimulada?) por los medios.
En otro orden de ideas, las estas cifras de la
gura 10 pueden indicar que con el paso de los años
se genera una menor adaptación al sentimiento
de soledad y, por tanto, se percibe un mayor nivel
de soledad social. Sorprenden las cifras de los más
mayores; sin embargo, los datos de la franja intermedia
crecen debido a que un sujeto de 72 años ha obtenido
una puntuación de 25, inuyendo en esta perspectiva.
Figura 10
Índice de soledad social en función de la edad
Nota. El grupo de edad estudiado de entre 70 y 79 años
muestra tener un mayor índice de soledad social.
Los datos también prueban diferencias en
cuanto al estado civil de los participantes y su relación
con el índice de soledad social (gura 11). Son los
divorciados los que puntuación más baja presentan;
mientras los datos de los solteros, separados y
viudos están a la par, oscilando entre 10’5 y 11. Más
diferencia podría encontrarse si en el estudio se
incluyeran personas casadas ya que estas cuentan
con una persona acompañante, mientras que los
encuestados se encuentran sin una pareja con la que
compartir este tramo de sus vidas. Con respeto a
los solteros, se aprecia que expresan más la soledad
que los divorciados. Estos resultados se alejan de
las explicaciones de Dykstra (1995), quien asegura
que ellos son los que menos sufren de soledad dado
que no han mantenido lazos fuertes como lo que
representa emparejarse. Pero sí ratican el estudio
de Jong Gierveld et al. (2015), quienes hallaron que
los viudos y los divorciados son los más propensos a
sentir soledad.
Figura 10
Índice de soledad social en función de la edad
Nota. Las personas divorciadas muestran el menor índice
de soledad social en comparación a los otros grupos
formados en función del estado civil de los inquiridos.
Como ya se ha mencionado, en los índices de
la Escala ESTE II destaca un encuestado con un nivel
alto de soledad social con una puntuación de 25. Esta
persona es un varón de 72 años viudo con cuatro hijos
y cinco nietos. Sin embargo, maniesta que en los
últimos siete años no ha recibido la visita de ninguno
de ellos en su hogar ni dispone de su teléfono móvil.
Tan solo le visita una vez por semana una persona
del servicio de ayuda a domicilio del Ayuntamiento
de Madrid. A su vez, su percepción sobre su salud es
mala” y maniesta salir a la calle ocasionalmente, ya
que sufre de las articulaciones, por lo que permanece
en su hogar la mayoría del día, tal y como él comenta,
viendo televisión porque le hace compañía. Así, estas
experiencias se ven reejadas en la alta puntuación
obtenida de soledad social. Castellano Fuentes (2014)
ya lo había señalado: la percepción de salud va de la
mano con el apoyo familiar y con el tamaño de la red
de los ancianos.
26
Medios de comunicación
Los medios de comunicación se sitúan
como partes vitales de las sociedades, dotando a sus
integrantes de estabilidad y armonía mediante el
cumplimiento de funciones. Dentro de la realidad de
las personas mayores de 65 años, destacan los medios
más tradicionales, tales como la radio o la televisión.
Sin embargo, también se ha querido indagar en el
surgimiento de nuevas tecnologías y medios que
han venido a cambiar los modelos tradicionales,
socavando en ocasiones la brecha digital que separa a
las distintas generaciones.
Televisión
Todo los encuestados disponen de al menos
un aparato de televisión en su hogar. El 10% cuenta
con más de dos televisiones, mientras que 30% de
los encuestados dispone de dos aparatos. A su vez,
destaca a un individuo que maniesta disponer en su
hogar de un aparato de televisión de blanco y negro,
junto con otro de color.
Como se ha señalado con anterioridad, las
actividades diarias de los participantes circulan
en torno al visionado de televisión ya que este se
posiciona como la tarea más realizada en el día
anterior a la aplicación del instrumento. El 95% de los
encuestados señala que había visto la televisión ese
mismo día o en el día anterior. La media de tiempo
de visionado de televisión de los participantes es de
4’55 horas (5’28 horas los hombres y 4’15 horas las
mujeres), contando con dos personas que ven la
televisión alrededor de 10 horas al día. La mayoría lo
hace por la tarde (90%), mientras que la mitad de los
encuestados ven televisión por la noche (50%), y un
30% lo hace por la mañana. Las respuestas conrman
lo que había aseverado SGAE (2018): crece el interés
de los mayores por la televisión como actividad de
compañía u ocio.
La mayoría de estas personas arma ver
televisión en su propio hogar, tan solo un 5% de los
encuestados declara que el último momento que vio
televisión fue en un bar. El visionado de este medio
está comúnmente vinculado con la realización
simultánea de otra tarea, de modo que lo disfrutan
como compañía. Al preguntar si la persona ejecutaba
alguna otra tarea la última vez que vio televisión,
el 35% de los encuestados manifestaba que estaba
comiendo y el 25% que se distraía con algún hobby
(en su mayoría hacer ganchillo). Sin embargo, un
25% de las personas declara que solo veía televisión
y no hacía ninguna otra tarea. El 15% restante bebía,
estaba intentado dormir o no recuerda lo que estaba
haciendo.
La compañía durante el visionado de televisión
resulta otro apartado a mencionar. Tres cuartas partes
de los sujetos estaba solo, mientras que el 20% estaba
acompañado de familiares. El 5% restante estaba
acompañado de desconocidos, coincidiendo con el
encuestado que se encontraba en un bar la última
vez que vio televisión. Por otro lado, se les pregun
a los cinco participantes que vieron este medio
acompañados si en algún momento comentó alguna
particularidad con las personas de su alrededor. Tres
de ellos no comentaron nada con nadie, mientras
que uno lo comentó con un familiar y otro con
desconocidos.
Concerniente a los gustos televisivos, los
intereses de las personas inquiridas están divididos.
El 20% siente una mayor preferencia hacia programas
relacionados con vida, sociedad y personas, seguido
de un 15% preere el cine; un 15%, los taurinos; un
15%, los informativos y otro 15%, los deportes. El 20%
restante se divide entre programas culturales (10%) y
telenovelas (10%). De acuerdo con estos resultados,
las personas encuestadas son muy activas y dinámicas.
Podría responderse que sí encuentran programación
que se ajuste a sus gustos, así que estos resultados
se alejan de otros más más recientes como los de
Rodríguez Vázquez (2008) o los de Aznar et al. (2016),
quienes encontraron que la programación no estaba
hecha para las personas ancianas ni sus intereses.
Pero otros coinciden con estudios realizados hace
varias décadas: cuando se les preguntó si tuvieran
que optar por un único programa de televisión, un
20% lo haría por los informativos. En este orden de
ideas se recuerda que Davis en 1971 armada que
era su ventana al mundo y Kubey en 1980 que se
interesaban por seguir el acontecer internacional y
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Vol. 14 Nro. 2, Julio-Diciembre 2025
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nacional. Le preferencia por los programas de noticias
fue seguida por varios programas de entretenimiento:
el fútbol, que es el deporte nacional, y los toros (15%
ambos) que es el entretenimiento idiosincrático.
Como emisión especíca, destaca Saber y ganar
(10%) emitido diariamente por La 2 de Televisión
Española desde 1997. La inclinación del resto de los
encuestados (50%) se asocia con diferentes programas
como cine americano, Pasapalabra, Sálvame o Más
vale tarde. Aunque pareciera que hay programación
diversa para mayores y menores, lo cierto del caso es
que la TV sí es compañía en soledad, es la ventana que
informa sobre los hechos más resaltantes nacionales e
internacionales tanto en política, economía, cultura,
deporte y ocio.
Comparando el visionado de televisión actual
con el del pasado, el 65% de las personas dicen que
ahora le dedican más tiempo a este medio televisivo,
mientras que el 35% maniesta no haber diferencia.
Cabe señalar que ninguno de los encuestados
manifestó ver antes más televisión que ahora. Sin
embargo, al preguntarles por sus preferencias, el 45%
arma que solía gustarle más la televisión de antes,
mientras que un 35% considera que no hay diferencia,
y el 20% preere la televisión actual.
A la pregunta sobre si modicaría el papel de
la televisión ante la presencia de otra persona en la
vivienda. La mayoría de los encuestados (65%) aseveró
que no sería cambiado ya que lo “verían juntos, “lo
utilizaría para lo mismo” y “vería los deportes y por la
mañana iría al hogar social también a echar la partida..
En este sentido, su percepción no es que el aparato sea
un último recurso; al parecer, algunos los perciben
como una alternativa más. Pero ese no es siempre el
caso, aunque son menos: Las personas que declaran
que el rol que juega en su vida este medio sí cambiaría
(35%) destacan motivos como “estaría acompañada
entonces ese silencia ya no lo sentiría, “comentaría
más los programas y las películas con otra persona” y
quizá saldrá más a hacer más cosas con esa persona.
Entonces, hay un tercio que se apoya en la teve como
medio para espantar la soledad.
Finalmente, a través de una pregunta abierta,
se consultó cuál era el papel de la televisión en su día a
día. De tal cuestión se destacan respuestas como estas:
más que nada hace que pase el tiempo desde que ceno
hasta que me acuesto, “es algo que forma parte de
todos los días, es como mi rutina, “con escucharlo me
siento acompañada” o “es un entretenimiento ahora,
porque hay alguien… oyes algo y te enteras. Esta
última opción ratica los argumentos expuestos por
Davis (1971) y Kubey (1980) y otorga relevancia tanto
a Rodríguez Vázquez (2008) como a Aznar et al. (2016)
sobre la necesidad de mantener una programación
pensada en los mayores, una programación de calidad
que responda a sus necesidades, en n, que los
acompañe.
Radio
Como a la televisión, López Doblas y Díaz
Conde (2018) reconocen la radio como compañía en
la ancianidad, estén o no concentrada en su contenido,
consecuentemente, es de esperarse, como de hecho
ocurrió, que esté presente en los hogares de los
encuestados. Un 15% de ellos no dispone de ningún
transistor y el 35% maniesta que hace más de una
semana que no lo escucha. En contraposición a esta
cifra, el 55% de los informantes declaró que lo escuchó
durante el mismo día o el día anterior a la aplicación
del instrumento. El 10% restante lo hizo dos y tres
días antes. Más de la mitad de los sujetos estudiados,
quienes oyen radio, continúan “manteniendo su
romance’ con la radio” (Aznar et al., 2016, p.151). Si
se considera los argumentos de estos autores, debería
admitirse que este medio, que produce emociones y
sensaciones, e impulsa la imaginación desde su origen,
logró cautivar a los longevos.
El lugar comúnmente elegido por los
encuestados para hacer uso de este medio de
comunicación es su propio hogar (70%), seguido
del automóvil (20%), y del hogar social (5%) u otros
lugares (5%). La última vez que escuchaban la radio, el
30% de las personas declaró haber estado realizando
tareas del hogar y el 15% se distraía con algún hobby.
Cabe mencionar que un 10% de los encuestados
maniestan haber escuchado la radio mientras veía la
televisión, en especíco, competiciones deportivas ya
que preere los comentarios del transistor. Esto habla
de su capacidad de decisión. El 35% restante se divide
en personas que se iban a acostar (5%), que hacían
otras tareas (10%) o personas que por su poco uso no
recuerdan lo que estaban haciendo (20%).
28
CONCLUSIONESCONCLUSIONES
Finalmente, al contrario de lo que ocurre
con la televisión, el 35% de las personas maniesta
que en el pasado escuchaban más radio, el 25% que
lo escucha más ahora y el 40% restante maniesta no
haber diferencia, bien porque no han utilizado este
medio demasiado durante su vida o bien porque lo ha
seguido disfrutado tanto como lo hacía en el pasado.
Estos datos indican que, aunque, la televisión ha
ido ganando terreno en los hogares, mientras que la
radio se ha quedado en un segundo plano (incluso, ha
apoyado durante el visionado del medio televisivo), el
par de aparatos continúa acompañando a los mayores.
En suma, escuchar la radio o ver TV, ayuda al adulto
mayor a no aislarse, a no ser un monólogo, lo que
minimiza el sentimiento de soledad. Los especialistas
recomiendan que realicen estas acciones, además de
participar en actividades de la comunidad (Cardona
Jiménez y Villamil Gallego, 2006).
Nuevas tecnologías
Como se verá seguidamente, la brecha
digital (Choi y DiNitto, 2013; y Niehaves y Plattfaut,
2014) que tanto se menciona también aparece en
este estudio. Se destaca que un 35% dispone de un
Smartphone o teléfono móvil denominado inteligente,
un 60% cuenta con un teléfono móvil básico, mientras
que una persona (5%) no dispone de ningún tipo
de teléfono móvil propio ni nunca ha hecho uso de
uno. Sin embargo, el uso de este aparato es limitado
para la mitad de los encuestados ya que el 50% de
ellos maniesta utilizarlo ocasionalmente. En su
mayoría, se emplea para comunicarse con familiares
(90%) o con amigos y conocidos (50%). Tan solo el
10% emplea su Smartphone para acceder a Internet.
Con toda razón, Niehaves y Plattfaut (2014), quienes
también reconocen la brecha digital, creen en la
necesidad implementar programas que medien entre
los mayores y la tecnología. A parte del uso del teléfono
móvil, también se preguntó a los participantes por el
ordenador. 75% de ellos no disponen de este aparato
en sus viviendas. Sin embargo, un participante del 25%
restante lo usa fuera de hogar. Así, el 80% lo utiliza en
mayor o menor medida, tres de ellos ocasionalmente
y tres hacen un empleo habitual, primordialmente con
nes de entretenimiento, acceso a Internet o como
medio de información. Finalmente, cabe destacar que
los usos de estas nuevas tecnologías coinciden con las
franjas de edad más jóvenes de los participantes y, casi
en tu totalidad de ellos son hombres.
El presente trabajo alude a la vida de 20
personas longevas (más de 65 años de edad), de
ambos sexos y de distinto estado civil, niveles
educativos y socioeconómicos, y que habitan en
hogares unipersonales en un barrio madrileño.
Gracias a la aplicación de un instrumento integrado
por 55 preguntas, se han desgranado los factores que
inciden en su ancianidad activa o en su soledad.
De los datos se inere que ninguno de los
encuestados está por debajo del umbral de pobreza
y que todos cuentan con viviendas en buenas
condiciones. Referente su salud, se destaca que ellos
relacionan el estado anímico, la edad y el abandono
social con la percepción, positiva o negativa, que
tienen de su salud. Estos factores también inuyen
en la frecuencia en la que acuden al médico. Por
otro lado, también se apreció que quienes perciben
su salud de forma negativa tienden a aislarse porque
encuentran en sus hogares una manera de distraerse
sin necesidad de realizar un esfuerzo físico, mental o
interpersonal mayor. En cuanto al círculo social, la
familia, en general, sigue siendo el principal sustento
y un apoyo afectivo importante. En este sentido,
también destacan los índices de visitas de conocidos
o amigos, ya que los encuestados en general muestran
ser reacios a recibirlos en sus hogares. A su vez, en su
mayoría, cuentan con el apoyo de auxiliares de ayuda
a domicilio para realizar las tareas del hogar.
La escala ESTE II muestra que la media de
los encuestados experimenta soledad social, algún
tipo de distanciamiento subjetivo frente a la sociedad.
Igualmente, se obtuvieron diferencias en cuanto al
género, el estado civil de los encuestados y la franja de
edad. Los hombres de entre 70 y 79 años resultaron
los más vulnerables a este sentimiento. Destaca un
varón de 72 años con una situación desfavorable en el
plano físico y social, lo que le impide una adaptación
óptima a la situación en la que se encuentra.
Bustos Martínez, L. Rev. Educ. Art. y Com. Vol. 14 Nro. 2, Julio-Diciembre 2025: 12 - 32
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Vol. 14 Nro. 2, Julio-Diciembre 2025
ISSN: 2602-8174
Se ha podido percibir que, esencialmente,
entre los medios de comunicación, la televisión
-seguida a distancia por la radio- cumple las funciones
de entretenimiento, evasión e información, siendo un
apoyo en la mayoría de los hogares unipersonales. La
utilización de la radio ha ido en decrecimiento durante
los años, solo unas pocas personas siguen haciendo el
mismo uso de este aparato. Cabe destacar que buena
parte de los encuestados, no ha adaptado a su rutina
la utilización de los nuevos medios como Internet, y
que utilizan los smartphone, por ejemplo, solo para
llamadas.
Del estudio se percibe la importancia
de las interacciones sociales por parte de las
personas mayores a 65 años que residen en hogares
unipersonales. El medio de comunicación televisivo
generalmente es el elemento que les otorga canales
de interacción -son parasocial- como sustituto de las
disminuciones locomotoras y comunicativas frente a la
soledad. Como dejan ver los encuestados, la televisión
convierte su percepción sobre una realidad aislada
en un lugar poblado, es la televisión una ventana al
mundo. Tal vez convenga, del mismo modo, que las
antenas contribuyan con programación especializada
para atender remotamente a estas personas.
Desde la psicología social, estos resultados
pueden explicarse a partir de las dinámicas de
pertenencia, identidad y construcción del yo en
relación con los demás. Esta disciplina sostiene
que el aislamiento social no solo limita el contacto
interpersonal, sino que también afecta profundamente
la autopercepción, la autoestima y la percepción de
agencia de los individuos. Las relaciones parasociales
con guras televisivas, por ejemplo, pueden verse
como intentos de mantener vínculos simbólicos en
ausencia de redes sociales tangibles. Además, el patrón
observado de reclusión voluntaria ante la viudez o
el deterioro físico también puede entenderse como
una estrategia de protección del yo frente al rechazo
social o al sentimiento de no encajar en los espacios
comunitarios.
Teniendo en cuenta las dimensiones
interconectadas de la comunicación, la psicología
y la sociología, se puede armar que la experiencia
de soledad en la vejez no es solo una cuestión
individual, sino un fenómeno relacional, simbólico
y estructural. Desde la comunicación, destaca la
importancia de los vínculos interpersonales y la
interacción mediada (como la televisión) como
forma de conexión simbólica. Desde la psicología,
se abordan las emociones, percepciones y estrategias
de afrontamiento asociadas a la soledad. Y desde la
sociología, se consideran las estructuras familiares,
los roles de género, las redes sociales, el sistema de
bienestar y las transformaciones demográcas que
inuyen en esta etapa vital.
Así, estos hallazgos ponen de maniesto
la necesidad de un abordaje multidisciplinar que
reconozca la complejidad del envejecimiento y
promueva intervenciones más integrales, humanas
y sensibles al contexto social de quienes envejecen
en soledad. La tercera edad comúnmente ya se
prolonga hacia la cuarta, y vendrán sucesivas dada
las respuestas de las ciencias. De hecho, mientras
se escribe este artículo elperiódico tituló una de sus
noticias de este modo: Salvador Macip, cientíco: “Ya
ha nacido la primera persona que tomará un fármaco
contra el envejecimiento” (Martín, 2025). Dada la
magnitud de las proyecciones y la complejidad del
caso, tal vez convenga que se inicien y concluyan
macroinvestigaciones integradas por grupos
plurinacionales e interdisciplinares.
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