Participación de las mujeres en la economía de países ...
Vol.12-N°1, Enero - Junio 2024
p-ISSN:2602-8204 |e-ISSN 2737-6257
la disminución de la tasa de desempleo, al mismo tiempo que se
observa una reducción de la brecha de género en dichos indicado-
res. Sin embargo, las mujeres siguen rezagadas en algunas áreas con
respecto a la participación económica. A pesar de su disminución, la
tasa de desempleo continúa siendo elevada. Las mujeres perciben
en promedio una remuneración inferior a la de los hombres por el
mismo trabajo realizado y se concentran en empleos de baja remu-
neración. Por último, la inserción en el mercado laboral no implica
necesariamente un empleo pleno, pues las mujeres tienen mayores
probabilidades de estar subempleadas, situación que limita su desa-
rrollo económico y profesional (Avolio, 2008).
En América Latina y el Caribe, se observa un incremento signi-
ficativo en la participación de la mujer en el mercado laboral, que
aumentó del 43,5 % en 1992 al 52,6 % en 2012 (OIT, 2012). De
acuerdo con la CEPAL (2004), a pesar de estos avances, aún exis-
ten diferencias entre hombres y mujeres. En 2002, alrededor de la
mitad de las mujeres mayores de 15 años no tenía ingresos propios,
mientras que solo cerca del 20 % de los hombres se encontraba en
dicha situación. En la actualidad, esa cifra se mantiene para las mu-
jeres a nivel mundial, pues cerca del 50 % de las mujeres no es eco-
nómicamente activo (OIT, 2014). Según Otazu L, (2023), determino
que la tasa de participación laboral femenina en la región ha aumen-
tado de alrededor del 50 % en la década de 1990 a alrededor del
60 % en la actualidad. Este incremento se debe en parte a la mayor
disponibilidad de educación y oportunidades económicas para las
mujeres, así como a una mayor conciencia sobre la importancia de
la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres.
Sin embargo, a pesar de esto progreso, todavía existen desa-
fíos significativos que limitan la participación plena y efectiva de las
mujeres en el mercado laboral en la región. La brecha salarial de
género sigue siendo una preocupación importante, y muchas mu-
jeres enfrentan barreras para acceder a trabajos de alta calidad y
bien remunerados. Además, las mujeres siguen siendo sobrerrepre-
sentadas en trabajos informales y precarios, lo que a menudo limita
su acceso a protecciones laborales y sociales (Klasen, 2002). En el
mismo sentido Klasen y Lamanna (2009), desarrollan modelos de
crecimiento económico en donde se incluyen, en forma consecuti-
va, variables de brechas de participación y educación de mujeres
para medir los efectos indirectos y ecuaciones que relacionan estas
brechas con algunos determinantes del crecimiento, como la inver-
sión. La posibilidad real de que los incrementos en la productividad
del trabajo femenino se traduzcan en aumentos salariarles insesga-
dos dependerá de situaciones estructurales de la economía y sus
instituciones, que pueden reducir o incrementar su capacidad de
negociación salarial.
Un segundo grupo de investigaciones enfatiza los efectos del
“lado de la demanda” de la desigualdad en salarios y empleo, tanto a
corto como a largo plazo (Erturk y Cagatay, 1995; Blecker y Seguino,
2002). Estas investigaciones ponen énfasis en las características es-
tructurales de las economías, que influyen en la interacción entre
las relaciones de género y los agregados macroeconómicos. En es-
tos estudios se da cuenta de que en países semi-industrializados
las diferenciales salariales pueden estimular dos importantes agre-
gados económicos: la inversión y las exportaciones (Seguino, 2000
y 2010). En países en desarrollo, muy dependientes de las exporta-
ciones para financiar sus importaciones de bienes de capital, el tra-
bajo femenino ha sido una de las principales fuentes de ganancias
de tipo de cambio y de relajación de la restricción externa (debido
a ganancias en competitividad).
En economías orientadas a exportaciones intensivas en mano
de obra femenina, la educación de esta mano de obra es clave para
elevar la competitividad. Así, se encuentra una alta correlación en-
tre la educación de las mujeres y las exportaciones (y, por ende, el
crecimiento económico) (Seguino, 2000). Esta línea argumentativa
tiene poca evidencia empírica, en esencia por un problema de infor-
mación sobre la competitividad y la productividad interna en los paí-
ses. En economías más orientadas hacia la agricultura, el efecto de
género en el crecimiento está más vinculado a las desigualdades en
la propiedad de la tierra y el crédito que a las desigualdades educati-
vas (Blackden y Bhanu, 1999; Doss y Morris, 2001). En estos casos,
los indicadores más demostrativos sobre inequidad de género son
los de brechas en educación primaria, acceso a crédito y derechos
de propiedad.
En relación con las desigualdades salariales y el empleo, los
estudios son menos abundantes y sus resultados responden a dife-
rentes marcos teóricos y, por ende, han dado paso a un importante
debate. En un grupo de investigaciones se pone énfasis en los de-
terminantes de largo plazo del crecimiento de la productividad y el
enfoque de la oferta. En esta línea, en algunas investigaciones se
modelizan la maximización de la ganancia de los productores me-
diante la selección de un conjunto adecuado de capitales humanos,
cuya disponibilidad se ve reducida por la no entrada al mercado de
personas potencialmente productivas (Esteve-Volart, 2004). En es-
tos estudios se toma la no inclusión de las mujeres en el empleo
como una distorsión que reduce el conjunto de talentos, en el ca-
so de empleados, y la productividad, en el caso de desigualdad en
el acceso a tecnología y otros recursos productivos (Blackden et al,
2007).
En el caso ecuatoriano, la evolución de la feminización duran-
te los últimos años se confirma con el resultado encontrado en el
modelo conjunto. No obstante, las fluctuaciones de este indicador
son opuestas a las fluctuaciones en la tasa de crecimiento. De ello se
puede intuir que en este caso la participación femenina, que en con-
junto impacta positivamente en la tasa de crecimiento, crece más
rápidamente en presencia de desaceleraciones en la economía, en
presencia de mayor desempleo masculino, la reacción de la oferta
femenina es positiva. De encontrarse este resultado en el largo pla-
zo, se podría confirmar lo planteado por Erturk y Cagatay (1995)
sobre la relación alta entre feminización y bajos ingresos per cápita.
Pese a la gran inicidencia que se ha demostrado que las mu-
jeres ejercen sobre las economías nacionales, es un tema aun poco
reconocido desde el Estado y las políticas públicas, un fenómeno
que ha sido calificado como un proceso de invisibilización del traba-
jo de las mujeres (García, 1997). Es necesario reconocer que existe
una relación directa entre el porcentaje de mujeres inmersas en ac-
tividades productivas y laborales frente al nivel de desarrollo de las
poblaciones, un factor que podría estar siendo desaprovechado an-
te la falta de oportunidades y apoyo que reciben. Sobre este tema
Rico y Gómez (2009), afirman que existen sectores rurales donde las
mujeres logran dinamizar la economia de forma significativa gene-
rando un impacto global en el crecimiento de las economías locales.
Desde el siglo XX la incorporación de la mujer en el mercado
laboral y productivo ha logrado incrementarse de forma significati-
va, sin embargo, también se reconoce que aun persisten problemas
como, “la carga del trabajo no remunerado; los tradicionales roles de
género; y la falta de políticas que contribuyan a conciliar el trabajo
y vida familiar” (Ojeda, Mul y Saavedra, 2019). Se trata del impacto
de segmentación laboral donde la mujer históricamente ha estado
asociada a roles domesticos o privados, logrando que su participa-
ción en las dinámicas económicas y laborales se vea condicionada
a factores familiares, como por ejemplo el número de hijos, esto úl-
timo puede llegar a reconocerse como un factor determinante. De
acuerdo al trabajo publicado por Del Rio et. al. (2010), el tamaño de
la familia puede ser un elemento clave para explicar la autonomia
económica y laboral de las mujeres.
A partir del análisis teórico se reconoce que el nivel de inclu-
sión laboral de las mujeres es uno de los elementos determinantes
para incidir en la economía de los países, por tanto en el presen-
te trabajo se da prioridad a las referencias estadísticas relacionadas
con la autonomía económica de las mujeres desde su condición de
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