Rivera-Vásquez J.
Vol.12-N°1, Enero - Junio 2024
p-ISSN:2602-8204 |e-ISSN 2737-6257
1|INTRODUCCIÓN
Los primeros 1000 días de vida son el período más crítico en
la vida de las personas, donde “las exposiciones adversas ejercen el
mayor daño y las intervenciones efectivas el mayor beneficio” (Rich-
ter et al., 2016, p. 103). En ese sentido, las personas que sufren pro-
blemas de desnutrición crónica infantil o pobreza durante los pri-
meros años de vida se asocian con limitaciones en el corto plazo
en su desarrollo cognitivo y en el largo plazo con “bajo rendimien-
to en la escuela, con bajos salarios, alta fertilidad y pobre cuidado
para sus menores con transmisión intergeneracional de la pobreza”
(Grantham-McGregor, 2007, p. 60).
La desnutrición infantil genera pérdidas económicas y sociales
para toda la población, donde existen afectaciones notables al desa-
rrollo (Alderman et al., 2005). Este hecho es un problema grave que
ha tenido una evolución en el tiempo, con reducciones importan-
tes en algunos países, aunque con avances limitados en otras loca-
lidades como varios países de África, Asia y América Latina (World
Health Organization, 2019). En ese sentido, existe una amenaza no-
table para estos países hacia el no cumplimiento de los Objetivos
de Desarrollo Sostenible, específicamente en su Objetivo 2 de lu-
cha contra el hambre (Organización de la Naciones Unidas, 2019).
Para el Ecuador, la desnutrición infantil es un problema impor-
tante, con costos sociales y económicos. En base a estimaciones, la
desnutrición en el país tiene un costo estimado del 4 % del PIB, lo
cual tiene repercusiones en el desarrollo de la sociedad (Fernández
et al., 2017). Los niveles de desnutrición crónica infantil que tiene
el Ecuador superan ampliamente el promedio latinoamericano, con
un limitado progreso en la reducción de prevalencias, lo que denota
una crisis de infancia en el país (FAO, 2021). A su vez, existe hete-
rogeneidad entre los grupos de la población en las prevalencias de
desnutrición crónica infantil, afectando en mayor medida a las et-
nias indígenas, de la región sierra, del área rural y con menor ingre-
sos económicos (Freire et al., 2018). Al mismo tiempo, estos niveles
de desnutrición crónica infantil no son estables en el período de 0
a 5 años, sino más bien, tienen cambios en sus prevalencias en el
tiempo, donde sus puntos más altos se encuentran en los primeros
dos años de vida (Gutiérrez et al., 2017).
A raíz de esto, se han incrementado los estudios de desnutri-
ción infantil en el Ecuador, principalmente enfocados en los prime-
ros cinco años de vida (Rivera, 2020). Al mismo tiempo, se ha au-
mentado la disponibilidad de estudios locales a nivel provincial en
el país, entendiendo la diversidad de las prevalencias en cada con-
texto (Rivera, 2022a,b,c,d,e; Rivera et al., 2021a,b,c,d,e,f,g,h; Rivera
et al., 2020a,b,c,d,e; Rivera et al., 2019; Rivera y Olarte, 2020; Rive-
ra, 2021; Rivera, 2020; Rivera, 2019a,b,c,d,e,f).
Sin embargo, a nivel nacional poco se conoce de los determi-
nantes de la desnutrición durante los primeros 1000 días de vida
(UNICEF, 2021). En ese contexto, para la provincia de Loja si bien
se ha explorado los determinantes de la desnutrición en menores
de cinco años y sus políticas públicas (Rivera et al., 2021a; Rivera,
2022a), todavía no se ha analizado los factores locales que afectan
a este período tan crucial de los 1000 primeros días de vida.
Ante ello, el objetivo de esta investigación es analizar los de-
terminantes y la evolución de la desnutrición crónica infantil en la
provincia de Loja para menores de 2 años. En este proceso, se usa
una metodología cuantitativa que se fundamenta en modelos pro-
babilísticos con los datos de las Encuestas de Condiciones de Vida.
2|MARCO TEÓRICO Y EVIDENCIA
EMPÍRICA
La formación de capacidades es dinámica y complementaria
(Heckman y Corbin, 2016). En esa línea, las inversiones con mayo-
res retornos a lo largo de la vida son las que se realizan desde el
vientre de la madre y en la primera infancia (Alderman et al., 2005).
Estas permiten reducir significativamente la presencia de mortali-
dad y morbilidad infantil (United Nations, 2000). Desde este punto
de vista, los recursos destinados al desarrollo de los bebés desde el
embarazo se convierten en la mejor estrategia económica, la más
eficiente.
La tecnología de formación de capacidades desarrollada por
Heckman y Corbin (2016) se presenta en la figura 1. En este grá-
fico se ilustra la idea de que las personas se forman dentro de un
entorno social y tienen habilidades individuales heredadas y que se
consiguen en el tiempo, donde la lógica de las habilidades es incre-
mental en el tiempo para alcanzar el florecimiento humano. Ante
ello, la inversión en los primeros momentos desde la concepción es
la mejor, aprovechando el espacio de los 1000 primeros días de vi-
da. En ese sentido, desde el prenatal existen habilidades heredadas
y es necesario realizar inversiones para cuidar adecuadamente al
bebé y su madre. Pronto, es clave un adecuado parto y nacimiento
del bebé. Luego, es necesario mantener las inversiones en la prime-
ra infancia. Posteriormente, es primordial realizar inversiones en la
adolescencia. Por último, hay que continuar con las inversiones en
la edad adulta.
Desde esta lógica, las sinergias que se forman en el desarrollo
de habilidades permiten visualizar que la inversión más temprana
tiene mayor pertinencia (Cunha y Heckman, 2007). Al mismo tiem-
po, denota un espacio prometedor para la elaboración de políticas
públicas (Berlinski y Schady, 2015) que favorezcan los ambientes
en los cuales se desarrollan las personas, donde se logre eliminar
las transferencias intergeneracionales de pobreza (Gillespie et al.,
2016). Es decir, es fundamental promover espacios que eliminen las
barreras al desarrollo como libertad (Sen, 2012), donde se erradique
la pobreza, con servicios públicos de calidad y oportunidades para
todos.
En síntesis, la tecnología de formación de capacidades promue-
ve la inversión en los primeros 1000 días de vida de las personas,
desde la concepción hasta los dos años, ya que esos recursos son los
más eficientes económicamente. El principal motivo está en que los
primeros mil días son vitales en la formación de una persona, don-
de se generan las conexiones neuronales, potenciando la capacidad
del desarrollo de pensamiento, verbal, emocional y las aptitudes so-
ciales. Por otra parte, en su defecto, “el costo de la inacción es alto”
(Chan et al., 2016, p.11). Esto lo convierte en la mejor inversión des-
de una lógica costo-beneficio ya que se favorece al desarrollo de la
sociedad (Behrman, 2004). En ese sentido, existe una ventana de
oportunidad corta, que debe ser analizada y comprendida a profun-
didad para desarrollar acciones oportunas en este período de 1000
días, ya que “toda inversión que se realice después de este período
crítico tiene muchas menos probabilidades de mejorar la nutrición”
(Shekar et al., 2006, p. 12).
En todo el proceso, tiene particular importancia en contexto
en el cual se forman las personas. Analizando el esquema clásico de
desnutrición infantil propuesto por UNICEF (1990), la desnutrición
se asocia con factores inmediatos, subyacentes y básicos. Todos es-
tos factores están determinados por el individuo y su contexto, ya
que estos elementos influyen en la posibilidad de tener enferme-
dades, infecciones, acceso a servicios, posibilidades de cuidado, ca-
racterísticas económicas, sociales, políticas y culturales. De ahí, la
importancia de analizar los determinantes de la desnutrición infan-
til para comprender los principales factores que se deben combatir
para alcanzar mejores resultados en el combate a este grave proble-
ma.
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